Cáspita!

¡Cáspita!

LA SEDICIÓN DE LAS PALABRAS


CARTA A ESTÍBALIZ

Estibíliz, espero que el tiempo no haya roto el hilo sutil que va desde mi casa hasta la tuya. Espero que siga ahí y que me contestes. Tardé en escribirte no porque no tuviese cosas que contarte sino porque tenía tantas (tantas ideas me sugirió tu carta) que se me escapó el poder sobre ellas y se revelaron todas contra mí. Escribí y escribí notas en una libretita hasta llenarla toda, y quedó tan bonita que no quiso pasar de eso. Ahí te hablaba de bibliotecas, de bibliotecarias, del fuego, del cine, de Saturno, de Carl Sagan, de mi cerebro y de tu cerebro, de Galileo mirando por un telescopio de lentes pulidas por un judío, de nazis, de inventos, constelaciones, de dirigibles, de dos gases nobles, de la primera persona del plural, del nacionalismo, de pilas voltaicas, de rayos hipervoltaicos, de un grupo de acción directa, del arte, de la memoria, y, lo más importante: de Astronáutica y de Futurismo. Y de algunas cosas más que se escapan, a la retaguardia. No es extraño que ésta turba de notas, juntas, sediciosamente, acabasen con todos mis esfuerzos por ordenarlas. Una guerra curiosa. Una guerra de ideas contra quien las crea, de tantas ideas que vencen, que invictas, que traidoras, pudieron conmigo. Pero ahora que lo pienso esto me sucede siempre, constantemente. Mis ideas me pueden. Esto demuestra lo prodigiosas, lo originales, lo irreducibles incluso, que son. Y el poder que tienen de sobrepasarme, de estar por encima de mí. Me veo vestido con el uniforme del Káiser enfrentándome, en la llanura, con este ejército de ingeniosidades del futuro. ¿Quién no sucumbe? ¿Quién capaz de vencer y ordenar? si lo único que llevo es este casco y este ansioso sable. ¡Vencido por una carta! Sólo hay otro género por el que uno puede, en la derrota, ser aún más humillado: sucumbir intentando escribir una receta.
Una vez me pregunté un poco retórica y no poco deplorablemente: “¿Será posible una poética del aburrimiento, el aburrimiento de esta misma poética?” Ahora, a la zaga, me pregunto: Una carta que me ha vencido ha gestado otra carta llena de retórica de la derrota, porque me reconozco vencido por mis ideas, y esta ¿no es una gran idea?. Y en definitiva una carta.

2 comentarios:

Supiko dijo...

El género epistolar se basa en definitiva en cartas, en intimidades contadas como soliloquios en los que hay que evitar a toda costa los gerundios en beneficio de la clara comprensión de las ideas.

estíbaliz... dijo...

Sí recuerdo esta carta. La recuerdo porque me vi en la pulcra y sana obligación de indagar cómo era un uniforme del Káiser, del Káiser Guillermo, quise suponer, o Kaiser Wilhelm, si seguimos suponiendo.

Y porque la astronáutica y el futurismo me llenaban también entonces como helio.

Oh, poética!
Oh, aburrimiento!
Oh! y mil veces oh!

Mi Bici

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Bicicleta anarco-fascista, estupendo aparato para pensar.
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